Odio el tiempo, odio mi tiempo. Odio la noche, el día, la pasión y la agonía.
Ansiar algo a lo que es imposible de llegar, solo a un loco se le ocurriría.
Igualmente nunca fui excluida de ese término y estoy buscando.
Me encuentro confusa y herida, ansiosa de veracidad, siendo la única a quien nunca le dieron oportunidad. Entre filos y navajas, terminar amotinada entre medio de la guillotina: esa era día a día mi rutina.
Te veo entre las telas, los libros y el polvo, en todo lo que camina. Memorias intactas de la pesadez de tus ojos y de aquellas nubes de alquitrán erguidas en el pensamiento. Te veo entre el sol, la luna y todo lo que brilla, todo lo que es opaco y sin color aún y todavía.
Pasantía de disfraces, ahondar en los rincones de tu subconsciente no era una travesía que me convenía. No debí meterme tanto, no debí cantar tan alto.
Vértigo, adrenalina, el traspaso de un cuadro a hechos de la realidad.
¡Imposible! Estás en cada palabra que digo, en cada espejo que miro, pero no es suficiente. No esperás que sea suficiente.
Volar, querer huir, pero el perseguir de tus alas están. Sin una razón, sin permiso o justificación. Huir o quedarme quieta para siempre, entre el interlineado de las palabras, tus besos, la poesía. Entre lo hermoso y lo inalcanzable. Entre la muerte y su turbante. Y si sigue quedando algo por el cual buscar, hable ahora o muera en la guillotina.
domingo, 3 de enero de 2010
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